Aldo Benito Bernal– Profesor ténica vocal CUARTA PARED ESCUELA
El final ya estaba escrito…
Nada indicaba que su ilustrísima fuese a tardar mucho en deliberar…
El Juez don Ciprés se había mostrado inquisitivo durante el juicio
el abogado don Romero quedó seco y enjuto
frustrado por no haber conseguido suavizar ni perfumar, las irrefutables e hirientes pruebas que con agresiva vehemencia
instigó el fiscal don Cactus.
Incluso las siluetas de la florida audiencia parecían dibujar mecidas por el viento
las letras que componen la palabra CULPABLE
Hasta en mi plástica mente aparecía la sombra de un veredicto.
Nunca, en todos los soles acumulando mi función ornamental,
mi discreta función de disfrazar las humedades de una esquina del juzgado, nunca, en tanto tiempo, pues lo polímeros de algunas de mis plásticas hojas ya se andaban derritiendo,
Nunca
me había posicionado a favor o en contra de ningún vegetal.
Pero esta vez era diferente. Nuestra acusada: – plantita –
no consiguió despertar la ternura en ninguno de los numerosos asistentes
lo más granado de la flora, ni siquiera en una insignificante planta de plástico como yo.
Pero es que el crimen no tenía precedentes
la propia plantita ya había dictado su sentencia escribiendo con su propio tallo
la terrible carta a mamá tierra
con aquella temeraria e insólita petición:
Plantita quería a toda costa convertirse en un mamífero.
Su traición resultó para la audiencia IMPERDONABLE El veredicto era irrefutable
incluso para algunos componentes de la fauna
que no pudieron evitar, curiosos, asomarse a las ventanas de nuestro ajardinado juicio
“Algo así no se puede consentir” comentaba un cervatillo con un puma en asombrosa comunión.
Cuando el Juez don Ciprés volvió a la sala
los que estaban dentro de esta y los de fuera
flora y fauna
respiraron al unísono, inhalando una armonía universal: por fin se iba a hacer justicia.
Y es en este momento donde yo me pregunto porque me habrá tocado a mi, una simple y artificial planta de plástico
ser la narradora de esta historia.
El juez está apunto de pronunciar el esperado veredicto
pero en mi imaginación el tiempo casi se para, se ralentiza, el viento se hace lento…
Y yo me pregunto: ¿Por qué yo? ¿Por qué mi cerebro de petróleo, estructura una historia para poder transmitirla?
Yo tan tiesa y tan inerte que ni los pájaros se me posan…
Tal vez porque el final está ya escrito, y sólo alguien tan simple podría perder su tiempo en relatarlo. Tal vez la indignación fotosíntica de las plantas vivas
no les permita ser narradoras objetivas…
Y de repente el tiempo de los seres vivos reinicia su juego habitual con el espacio.
Don Ciprés empieza hablar: ¡Nunca, en mi larga sombra, me encontré con un caso como este…
-¡Paren inmediatamente este juicio!- Se escucha gritar al fondo de la sala Acaba de entrar un Geranio de un balcón de Lavapiés…
-¡Señor juez, es importante que escuche una prueba que dará un giro importante
puedo demostrar que – plantita – es inocente!-
Toda la flora, incluido el juez, se acaba de quedar petrificada…
Una interrupción así tampoco tiene precedente…
Ahora el tiempo petreo se rompe, por una mirada directa de don Ciprés a don Romero. El abogado no sabe nada de este flamenco testigo…
Pero parece que aún así… sí, efectivamente:
parece que el juez permite declarar a doña Geranio, tal vez para tomarse tiempo
para justificar su insólita mudez.
“… Juro decir la verdad y nada más que la verdad. Mi posición me da privilegio como testigo. Soy vecina de la acusada, y como estoy muy bien situada, puedo ver desde mi balcón la ventana de su patio interior. – plantita – no hizo su ofensiva petición por voluntad propia. No quiere en realidad ser un mamífero. No quiso renunciar a nuestro reino por capricho sino por AMOR…”
Don Ciprés le anima a que se explique…
“…El culpable de este juicio es el humano, como de todas las aberraciones a la naturaleza que conocemos…”
Después de tan contundente afirmación de doña Geranio, las otras plantas comentan: ¡Es verdad! ¡siempre lo mismo! ¡Tiene más razón que un cactus!
“…El humano que cobija a – plantita – publicó hace unas semanas un anuncio en sus redes sociales. Y el anuncio dice así:
URGENTE: Se busca mamífero para compartir próximos confinamientos. SE OFRECE: Compañía y cuidado bien remunerado.
REQUISITOS: Ser adaptable a un hábitat reducido, 38M2 a compartir.
De sangre caliente y vertebrado. Capaz de responder a su nombre.
Y por favor con pelo.
INTERESADOS: Escribir, ladrar o maullar por privado y con urgencia. Pasé de hablar con mi planta a acariciarla, mucho, y la estoy dejando seca.
Cuando doña Geranio termina de leer la sala se impregna de silencio por esporas.
El juez solo puede romper su insólita mudez, preguntando a plantita: ¿Tiene algo que declarar?
Sí señor juez. (El silencio de la sala se rompe por un suspiro vegetal)
…Sólo quiero decir que amo a mi humano y que lo volvería a hacer
volvería a intentar convertirme en un mamífero
Y en realidad no tenía otra opción: ¿Nadie ha pensado que mi humano, en su desesperada inmadurez para entender la soledad, en su egocéntrica tristeza… estaba olvidando algo esencial para mí que era regarme? Hubiera muerto seca igual sin pasar por este juicio rimbombante.
El silencio se hace raíz en el espacio. Don ciprés solo alcanza a pensar que por una vez le hubiera gustado dejar de ser perenne. Y en ese santo silencio se empieza a escuchar un leve sonido que proviene de mi tiesto. Dos de mis plásticas hojas se chocan entre sí, están aplaudiendo….
Ya no soy inerte… ¿Será que esta toma de conciencia…?
¿Será que la conciencia nos libera de la indolencia?
Ahora soy consciente, me equivoqué: El final no estaba escrito…
FI
Aldo Benito Bernal