Monotonía en un bajo interior

Elena Conde – Promoción 2016 – Mayo 2020

Óxido

caigo
caigo
caigo

me estoy ahogando.
La madrugada me oprime el día.
El tiempo se vuelve espacio
denso.
Soy el primer dibujo de una niña
adulterada.
Me arden las mejillas
canales secos
y me empujan al grito, que
no puede salir.
La censura es más fuerte
incluso
que el descontrol.

Descontrolada pero censurada.

La ventana amarilla no está aquí.
¿Dónde está mi ventana amarilla?

quiero saltar
quiero saltar
quiero saltar

no hay suelo debajo.
Cuida de mí,
abandono.
Mi garganta se oxida
intacta
está rota.
Soy una dureza
agrietada.

El techo está encima del cielo
estoy respirando tierra.

maraña
maraña
maraña

sutil capa de polvo
me devora.
No quiero amanecer mañana y que
otra vez
la muerte me haya olvidado.

Refugiada

Laura López – Segundo regular – Mayo 2020

Llevo un par de años recuperando momentos olvidados.

Al principio eran pequeños.
Cuando paseaba de noche, recordaba mis paseos nocturnos por la playa.

Creía que era nostalgia. En el buen sentido de la palabra. Pequeños momentos que me llevaban a una extraña paz.

Esta cuarentena, encerrada entre mis cuatro paredes, los recuerdos se han multiplicado y me he dado cuenta, que no era paz lo que sentía, sino una evasión de mi vida, de mi yo actual.

Lo extraño es que esa evasión, me ha recordado quien soy.

Escribo esto a las 7 de la mañana mirando el amanecer entre montañas.
Por que a veces y solo a veces se me olvida que mi refugio no era mi casa, sino mi ventana.

Reflexión menstruante de una terraza al sol

Eva Gallego- Segundo regular- Abril 2020

Ayer me bajó me tercera regla en lo que llevamos de cuarentena.
Gente no menstruante, no sabéis la suerte que tenéis.
Acabo de llegar del Mercadona, que agobio y que impotencia ver cómo la gente se salta las medidas.
No se si es rebeldía, pasotismo o el hecho de creerse inmunes, pero me agota y me destruye por dentro
verlo.
Estoy pasando mi segunda semana, en lo que llevamos de cuarentena, de lo que yo llamo
“improductividad productiva”.
Se dice de la fase en la que me castigo a mí misma por no ser productiva en cuanto a creatividad se
refiere y sentirme totalmente horrible por ello.
Pero si me paro a pensar, sí que hago cosas.
¿Cuál y cómo es la vara que mide qué es creativo y qué no?
Leo, ¿es creativo?
Hago muñecos de ganchillo, ¿es creativo?
Me he apuntado a un curso de lengua de signos, y estoy muy contenta y progresando rápido, ¿es
creativo?
Creo entrenamientos para hacer deporte con mi padre, ¿es creativo?
Investigo cosas de antropología para la universidad, ¿es creativo?
Estoy escribiendo esto, ¿es creativo?
No pido que todo sea creativo.
Pido dejar de juzgarme cuando hago cosas que no lo son.
Al menos tengo terraza.
Respiro sol mientras escribo esto.

Hace un año me estaba yendo a Sevilla.
Recuerdo sentir mucha inseguridad hacia mi físico en aquella época.
Pero también recuerdo lo bien que me lo pasé.
Ahora tengo mucha más seguridad.
Pero muchas menos risas.
Muchas menos sevillanas.
Mucho menos rebujito.

Parece que todo empieza a volver a la “nueva normalidad”.
No quiero ilusionarme.
Pero no puedo evitar hacerlo.
Quiero ver las terrazas y las calles sonriendo de nuevo.
No quiero ver a la gente preocupada por no tener trabajo.
Quiero despertarme y que todo haya sido un mal sueño.

Privilegio de acostarme a las cinco y levantarme a las 14.

Marta Rodríguez- Segundo regular- Abril 2020

La ciudad y todas las ciudades
están en silencio
Todas las ciudades lo están
Y los pájaros vienen a cantarnos lo estúpidos que somos
La gente se topa irremediablemente con las realidades
Que poco a poco han hecho pudrirse.

Unos tratan de remediar
Otros disfrutan de sus entornos sanos
Exentos de envidias y falsedades
Dándose cuenta aún así que todo está más conectado de lo que creíamos
En nuestros microcosmos ombliguísticos y narigudos.
Y todo el mundo se queja
Ahora hasta los poderosos han quedado sin respuesta.

Siempre me pienso irresponsable, hipócrita
Y aún así doy gracias por no estar inserta en el mar de desinformación
Que cada día dinamitan y ponen firmes a cuerpos que parecían dormidos.

Me levanto y pienso en acabar de leer la novela que empecé ayer
Hago el amor y pienso en el placer descapitalizado que nos estamos perdiendo
Estúpidos ególatras y miedicas.

Lucho constantemente contra mis inseguridades
Y trato de decirle a mi mente que el cuerpo es igual a ella
Que nos han intentado engañar, y ahora descubro que van unidos.

Me levanto más tarde que pronto y me siento en el sillón a acabar la novela
La señora del tercero del edificio de enfrente sale tomándose un mate a regar sus
plantas y me sonríe, le sonrío de vuelta.

Ahora empieza a llover torrecialmente
Y pienso en las mujeres que siempre llevan faldas largas

Que pasan cada día por mi calle y se dirigen a la puerta del supermercado.

Cuando cae el sol duermen debajo del puente con cartones y mantas
Lugar impregnado de olor a excrementos y comida pasada.

Las he visto muchas veces al ir y venir de algún concierto
Y aunque me haya convencido de que no puedo hacer nada al respecto
Sus caras y sus cuerpos tendidos debajo del puente se me quedan grabados en la
mente.

Cuando los pienso a veces me rechazo a mí misma y se me mojan los ojos.

A veces navego entre fotografías antiguas
Cierro los ojos y justo en la boca del estómago me viene una presión
Si me concentro bien puedo sentir los olores y saborear las sensaciones
Y a veces me siento tan vivida
Que pienso que el tiempo, como el amor, es mera construcción
de los poderosos a los que los pájaros debieran agujerear las cabezas.

Me he dado cuenta de que a través de la pantalla a veces me miro más a mí misma
que a quienes tengo delante
Y eso causa en mí una alegría caduca y una tristeza perenne.
También me he dado cuenta de que los árboles han florecido
Y que ahora disfrutan de la primavera quienes de verdad se la merecen.
¿Saldremos de esta mejores personas o nuestro destino ya está dictado?
La hiperconexión constante me genera una sensación insólita
Y pienso en estos días que debería reconectarme conmigo

Construyo en mi mente la sensación de un abrazo
Y de una conversación cara a cara
De silencios compartidos calmados

Siento calor ante la sensación de un caos que duerme
Un caos pasivo que se instala en los hogares
Que se activa en los hospitales y demás espacios exceptualmente habilitados para
ello.
Cocino las recetas de mi abuela y cierro los ojos para llegar al resultado que espero
a través del olor.

Diario de un confinamiento diario. 20 de abril.

Aldo Benito BernalProfesor ténica vocal CUARTA PARED ESCUELA

El final ya estaba escrito…
Nada indicaba que su ilustrísima fuese a tardar mucho en deliberar…
El Juez don Ciprés se había mostrado inquisitivo durante el juicio
el abogado don Romero quedó seco y enjuto
frustrado por no haber conseguido suavizar ni perfumar, las irrefutables e hirientes pruebas que con agresiva vehemencia
instigó el fiscal don Cactus.
Incluso las siluetas de la florida audiencia parecían dibujar mecidas por el viento
las letras que componen la palabra CULPABLE
Hasta en mi plástica mente aparecía la sombra de un veredicto.
Nunca, en todos los soles acumulando mi función ornamental,
mi discreta función de disfrazar las humedades de una esquina del juzgado, nunca, en tanto tiempo, pues lo polímeros de algunas de mis plásticas hojas ya se andaban derritiendo,
Nunca
me había posicionado a favor o en contra de ningún vegetal.
Pero esta vez era diferente. Nuestra acusada: – plantita –
no consiguió despertar la ternura en ninguno de los numerosos asistentes
lo más granado de la flora, ni siquiera en una insignificante planta de plástico como yo.
Pero es que el crimen no tenía precedentes
la propia plantita ya había dictado su sentencia escribiendo con su propio tallo
la terrible carta a mamá tierra
con aquella temeraria e insólita petición:
Plantita quería a toda costa convertirse en un mamífero.
Su traición resultó para la audiencia IMPERDONABLE El veredicto era irrefutable
incluso para algunos componentes de la fauna
que no pudieron evitar, curiosos, asomarse a las ventanas de nuestro ajardinado juicio
“Algo así no se puede consentir” comentaba un cervatillo con un puma en asombrosa comunión.
Cuando el Juez don Ciprés volvió a la sala
los que estaban dentro de esta y los de fuera
flora y fauna
respiraron al unísono, inhalando una armonía universal: por fin se iba a hacer justicia.

Y es en este momento donde yo me pregunto porque me habrá tocado a mi, una simple y artificial planta de plástico
ser la narradora de esta historia.
El juez está apunto de pronunciar el esperado veredicto
pero en mi imaginación el tiempo casi se para, se ralentiza, el viento se hace lento…
Y yo me pregunto: ¿Por qué yo? ¿Por qué mi cerebro de petróleo, estructura una historia para poder transmitirla?
Yo tan tiesa y tan inerte que ni los pájaros se me posan…
Tal vez porque el final está ya escrito, y sólo alguien tan simple podría perder su tiempo en relatarlo. Tal vez la indignación fotosíntica de las plantas vivas
no les permita ser narradoras objetivas…
Y de repente el tiempo de los seres vivos reinicia su juego habitual con el espacio.
Don Ciprés empieza hablar: ¡Nunca, en mi larga sombra, me encontré con un caso como este…
-¡Paren inmediatamente este juicio!- Se escucha gritar al fondo de la sala Acaba de entrar un Geranio de un balcón de Lavapiés…
-¡Señor juez, es importante que escuche una prueba que dará un giro importante
puedo demostrar que – plantita – es inocente!-
Toda la flora, incluido el juez, se acaba de quedar petrificada…
Una interrupción así tampoco tiene precedente…
Ahora el tiempo petreo se rompe, por una mirada directa de don Ciprés a don Romero. El abogado no sabe nada de este flamenco testigo…
Pero parece que aún así… sí, efectivamente:
parece que el juez permite declarar a doña Geranio, tal vez para tomarse tiempo
para justificar su insólita mudez.
“… Juro decir la verdad y nada más que la verdad. Mi posición me da privilegio como testigo. Soy vecina de la acusada, y como estoy muy bien situada, puedo ver desde mi balcón la ventana de su patio interior. – plantita – no hizo su ofensiva petición por voluntad propia. No quiere en realidad ser un mamífero. No quiso renunciar a nuestro reino por capricho sino por AMOR…”
Don Ciprés le anima a que se explique…
“…El culpable de este juicio es el humano, como de todas las aberraciones a la naturaleza que conocemos…”
Después de tan contundente afirmación de doña Geranio, las otras plantas comentan: ¡Es verdad! ¡siempre lo mismo! ¡Tiene más razón que un cactus!
“…El humano que cobija a – plantita – publicó hace unas semanas un anuncio en sus redes sociales. Y el anuncio dice así:
URGENTE: Se busca mamífero para compartir próximos confinamientos. SE OFRECE: Compañía y cuidado bien remunerado.
REQUISITOS: Ser adaptable a un hábitat reducido, 38M2 a compartir.
De sangre caliente y vertebrado. Capaz de responder a su nombre.
Y por favor con pelo.
INTERESADOS: Escribir, ladrar o maullar por privado y con urgencia. Pasé de hablar con mi planta a acariciarla, mucho, y la estoy dejando seca.

Cuando doña Geranio termina de leer la sala se impregna de silencio por esporas.
El juez solo puede romper su insólita mudez, preguntando a plantita: ¿Tiene algo que declarar?
Sí señor juez. (El silencio de la sala se rompe por un suspiro vegetal)
…Sólo quiero decir que amo a mi humano y que lo volvería a hacer
volvería a intentar convertirme en un mamífero
Y en realidad no tenía otra opción: ¿Nadie ha pensado que mi humano, en su desesperada inmadurez para entender la soledad, en su egocéntrica tristeza… estaba olvidando algo esencial para mí que era regarme? Hubiera muerto seca igual sin pasar por este juicio rimbombante.
El silencio se hace raíz en el espacio. Don ciprés solo alcanza a pensar que por una vez le hubiera gustado dejar de ser perenne. Y en ese santo silencio se empieza a escuchar un leve sonido que proviene de mi tiesto. Dos de mis plásticas hojas se chocan entre sí, están aplaudiendo….
Ya no soy inerte… ¿Será que esta toma de conciencia…?
¿Será que la conciencia nos libera de la indolencia?
Ahora soy consciente, me equivoqué: El final no estaba escrito…
FI


Aldo Benito Bernal